El lenguaje y la identidad se encuentran vinculados al término “lengua materna”. Una identidad saludable equilibra los distintos aspectos de nuestras personalidades. Una comunidad expresa parte de su identidad a través de sus idiomas de instrucción, en tanto que una sociedad sana toma decisiones que producen comunidades armónicas y personas con confianza en sí mismas.
Años de investigación han demostrado que los niños que inician su educación en la lengua materna tienen un mejor comienzo y exhiben un mejor desempeño que aquellos que son expuestos a un idioma nuevo al ingresar a escuela. Lo mismo es aplicable a los adultos que buscan alfabetizarse. Si bien esta conclusión ha recibido amplia aceptación, aún se sabe de gobiernos que insisten en imponer un idioma extranjero de instrucción a niños de corta edad, ya sea en un equivocado intento por modernizarse o para expresar la preeminencia de un grupo social dominante.
La UNESCO, que continúa difundiendo los resultados de estas investigaciones, ha publicado en forma reciente el informe de posición Education in a Multilingual World (Educación en un Mundo Multilingüe). Los graves acontecimientos que han marcado los primeros años del presente milenio también han enseñado a los gobiernos que la búsqueda de la armonía social genera naciones más felices y productivas que aquellos intentos orientados a preservar jerarquías de poder.
Sin embargo, la vida real no es siempre tan sencilla. Algunos idiomas no cuentan con el vocabulario o los conceptos que serán necesarios más allá de los primeros niveles de escolaridad y requieren codificación adicional y la invención de palabras nuevas, algo que puede tomar varios años. La familia de mi padre habla galés y muchos años atrás recuerdo haber escuchado a un tío narrar cuan frustrante le resultaba enseñar geografía en ese idioma, ya que los niños dedicaban más tiempo a aprender palabras recientemente inventadas que al estudio de la disciplina misma. En la actualidad, el idioma ha alcanzado un desarrollo adecuado y la educación gala goza de buena salud.
En el heterogéneo mundo de hoy, infundir confianza a las personas también implica darles la habilidad de comunicarse fuera de su propio grupo lingüístico, ya sea en un idioma nacional distinto o en un idioma internacional. Yo ya era un adulto cuando aprendí francés, pero el hecho de manejar dos idiomas de trabajo, tanto en Canadá como en la UNESCO, ciertamente ha enriquecido mi vida. También me complace que mis dos nietos hayan aprendido galés desde que se mudaran a la Isla Skye en Escocia, ¡además puedan usar este idioma para que sus padres no se enteren de sus secretos!
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Años de investigación han demostrado que los niños que inician su educación en la lengua materna tienen un mejor comienzo y exhiben un mejor desempeño que aquellos que son expuestos a un idioma nuevo al ingresar a escuela. Lo mismo es aplicable a los adultos que buscan alfabetizarse. Si bien esta conclusión ha recibido amplia aceptación, aún se sabe de gobiernos que insisten en imponer un idioma extranjero de instrucción a niños de corta edad, ya sea en un equivocado intento por modernizarse o para expresar la preeminencia de un grupo social dominante.
La UNESCO, que continúa difundiendo los resultados de estas investigaciones, ha publicado en forma reciente el informe de posición Education in a Multilingual World (Educación en un Mundo Multilingüe). Los graves acontecimientos que han marcado los primeros años del presente milenio también han enseñado a los gobiernos que la búsqueda de la armonía social genera naciones más felices y productivas que aquellos intentos orientados a preservar jerarquías de poder.
Sin embargo, la vida real no es siempre tan sencilla. Algunos idiomas no cuentan con el vocabulario o los conceptos que serán necesarios más allá de los primeros niveles de escolaridad y requieren codificación adicional y la invención de palabras nuevas, algo que puede tomar varios años. La familia de mi padre habla galés y muchos años atrás recuerdo haber escuchado a un tío narrar cuan frustrante le resultaba enseñar geografía en ese idioma, ya que los niños dedicaban más tiempo a aprender palabras recientemente inventadas que al estudio de la disciplina misma. En la actualidad, el idioma ha alcanzado un desarrollo adecuado y la educación gala goza de buena salud.
En el heterogéneo mundo de hoy, infundir confianza a las personas también implica darles la habilidad de comunicarse fuera de su propio grupo lingüístico, ya sea en un idioma nacional distinto o en un idioma internacional. Yo ya era un adulto cuando aprendí francés, pero el hecho de manejar dos idiomas de trabajo, tanto en Canadá como en la UNESCO, ciertamente ha enriquecido mi vida. También me complace que mis dos nietos hayan aprendido galés desde que se mudaran a la Isla Skye en Escocia, ¡además puedan usar este idioma para que sus padres no se enteren de sus secretos!
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